Con la esperanza al hombro
y la miseria a rastras
aún camino.
La una liviana, esquiva,
inverosímil;
la otra casi un sino.
Otrora me llamaban
un poeta,
hoy rozo un sustantivo
más exiguo;
no hay palabras, no hay
obras, no hay ideas,
no hay más que olvido.
La esperanza,
persiguiendo una quimera,
inocente ríe.
La miseria, cual zarza,
florece y da frutos
a mis pies.
A mi paso dejo
huellas inauditas,
mezcla de dolor y
amor y muerte y miel.
Con la esperanza al hombro
y la miseria a rastras
aún camino.
Ya no sé dónde voy
ni si respiro.
Solo sé de soledades
sin motivo
y de desesperadas noches
sin voz y sin sentido.
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