En tus ojos la esperanza y el misterio,
en tu cuello amarrado aún el rencor,
tus manos que son fuego entre mis manos
y risas que no ocultan tu dolor.
El miedo siempre está, no hay que negarlo,
mas este corazón que entrego yo
acusa más heridas que tus labios
y aun así a tus pies ya se rindió.
No hay comentarios:
Publicar un comentario